ASIMETRÍAS.
Fausto Fernández Ponte.
Oaxaca: La Matanza
ILa Matanza de Oaxaca --20 muertos, 370 heridos y 349 detenidos-- ocurrida hace un mes, es la consecuencia de la lógica aberrante del poder formal en México.
Esa lógica del poder antójase aberrante porque deviene dialécticamente de premisas equívocas, si no es que francamente falcas y falaces en extremo y sofisteras.
Antes de proseguir con ese tema de la lógica aberrante que inspira la actuación del poder formal aquí no huelga definir este último concepto (el de poder formal).
Señálese que por poder formal entendemos al Estado mexicano mismo y el gobierno --que preside Felipe Calderón-- que lo representa, así como a ciertos poderes fácticos.
Tales poderes fácticos son los monopolios mexicanos, las trasnacionales estadunidenses y españolas, la religión organizada, el ex Presidente Carlos Salinas, entre otros.
Los poderes fácticos dominan de tal guisa y con profundidad al Estado que éste se ha convertido, para todos los efectos prácticos, en una plutocracia.
Esa plutocracia es rapaz, voraz e insaciable, dedicada cínicamente a usar el Estado para servir cínicamente intereses de los ricos y pudientes de México.
El cinismo de esa plutocracia se sustenta sobre un entramado jurídico de impunidad cómplice que rebasa el sentido constitucional de los contrapesos.
II
Esa condición plutócrata del poder formal nutre las premisas que devienen en silogismo y, ergo, en la lógica que determina su actuación y conducta frente al pueblo.
Quizá esta noción no exista en la conciencia de los personeros del poder, desde el propio Presidente Calderón hasta el más humilde de sus afines en la alta burocracia.
Ello, empero, no desestima la prevalecencia determinante de esa noción en el comportamiento de los personeros del Estado y el gobierno, independientemente de su jerarquía.
La lógica del poder formal calderonista registra, identifica, define y explica las movilizaciones como aviesas, consecuencia de una perversa manipulación de terceros.
Esos prismas tan estrechos le impiden al Estado y al gobierno cotejar objetivamente los componentes de la realidad dentro de la cual ocurren las movilizaciones sociales.
Reitérese que, ante eso, el cotejo objetivo es virtualmente imposible. Esa cosmovisión conduce a una exégesis distorsionada y, por lo mismo, monstruosa.
Este proceso de registro, identificación, definición y explicación de los fenómenos sociales --como las movilizaciones de descontento-- es patéticamente simplista.
Peligrosamente simplista, añadiríamos. ¿Por qué? Porque reduce la realidad social y política a una interpretación maniquea. El Estado y el Gobierno son los buenos.
III
Y el pueblo es el malo --en particular aquellos ciudadanos que, organizados y altamente motivados, expresan públicamente y por la vía pacífica su descontento, como es su derecho.
Son los malos. Y, luego entonces, son el enemigo. Ello induce al Estado y al Gobierno a suponer a los malos, sin confirmarlo, que las razones de este "enemigo" son falsas.
El enemigo, pues, es el pueblo. Y este pueblo no tiene motivos, según esa lógica, para no quejarse, para no estar descontento, para no demandar cambios en el statu quo.
Al registrar al pueblo como enemigo, el Estado y el Gobierno acentúan su intolerancia e intensifican sus prácticas de control social, como por ejemplo el mediático.
Esa percepción que el Estado y el Gobierno tiene en el calderonismo --de hecho, existe desde el salinato y los sexenios de Ernesto Zedillo y Vicente Fox-- es una de guerra.
¿Guerra? "Sí, nos hacen la guerra", nos dijo hace unas horas un prominente funcionario de la secretaría del despacho de Gobernación. "Nos quieren derrocar, destruirnos".
Ese funcionario --que no nos habría dicho lo que dijo de no haberle garantizado el anonimato y la confidencialidad-- abundó: Es una guerra a muerte. Son ellos o nosotros".
¿Y quiénes son ellos? La pregunta tuvo respuesta digna de análisis psiquiátrico: "Los enemigos". Y una precisión del funcionario: "Los agitadores, los perredistas, El Peje".
Glosario:
Falca: Defecto de una tabla o madero que les impide ser perfectamente lisos o rectos.
Silogismo: Argumento que consta de tres proposiciones, la última de las cuales se deduce necesariamente de las otras dos.