Desfiladero
Manuel Camacho y las reformas a la ley de la gravedad
Jaime Avilés
Museo de la Ciudad de México, martes 9 de febrero de 2010: a la última hora de la tarde una multitud se congrega en el patio del hermoso edificio para ver, oír y aplaudir a la periodista Carmen Aristegui, que presenta bajo el sello de Grijalbo su nuevo libro: Transición: conversaciones y retratos de lo que se hizo y se dejó de hacer por la democracia en México. Entre las páginas 45 y 50 de ese volumen hay una interesante predicción de Manuel Camacho Solís acerca del futuro que nos aguarda, o nos acecha, a la vuelta de la esquina.
Aristegui le pregunta: ¿vamos a la democracia o estamos en un limbo, donde persiste un autoritarismo con pinceladadas democráticas? Camacho responde: “Lo más importante es (¿adivinar?) cuál va a ser el desenlace de todo esto. Primera posibilidad, seguir en la cuasi legitimidad, donde si hay cierta pericia y cierta suerte esto puede durar 10, 20 años, con enorme deterioro de la credibilidad del país.
"Segunda posibilidad, que esto no aguante y pasemos a la franca ilegitimidad, donde sólo se va a mantener el orden con la represión, la corrupción y la cooptación. Y entonces vamos a la anarquía o a un régimen autoritario que venga a poner orden. La otra posibilidad, que yo creo que es el gran reto, es cómo construimos una salida política democrática a esta crisis". Y añade:
"Se construye con personas honestas, que puedan decir que no han participado en nada, que sean puras, pero también con política, con compromisos de mucha gente, con alianzas muy amplias. Quien crea que sólo con la parte pura del país va a dominar a todos los intereses, no entiende el país en el que vive".
A la luz de estas palabras, para Camacho –ex regente capitalino, ex secretario de Relaciones Exteriores y ex comisionado nacional para la paz en Chiapas, todo ello durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, presidente espurio por excelencia–, Felipe Calderón es un gobernante "cuasi" legítimo. Según esto, el "golpe de Estado" (Rodríguez Araujo dixit) de 2006 habría sido un fraude electoral a medias.
En este sentido, si nada cambia, si un nuevo fraude impone en 2012 a Peña Nieto, o a cualquiera de los responsables del desastre actual, y "si hay cierta pericia", la catástrofe se prolongará hasta 2022 o 2032. Pero si Peña Nieto resulta tan inepto como Calderón, y no hay "pericia", el orden se mantendrá solamente "con la represión, la corrupción y la cooptación". Y luego pasaremos a la anarquía, que será la antesala de "un régimen autoritario", o sea, de una dictadura militar.
La alternativa, concluye Camacho, es construir "una salida política democrática" con "personas honestas (...) puras", léase, los ciudadanos que militan en el movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador, "pero también con política, con compromisos de mucha gente, con alianzas muy amplias", como la que respaldará la candidatura del fanático religioso y ecocida que preside la alcaldía de Cancún.
"Quien crea que sólo con la parte pura del país va a dominar a todos los intereses, no entiende el país en el que vive", finaliza Camacho en su respuesta a Carmen Aristegui, vaticinando que López Obrador y el movimiento ciudadano ("la parte pura del país") no podrán "dominar todos los intereses", y por lo tanto la "salida política democrática" (sic) necesitará otros ingredientes.
Dentro del movimiento obradorista, Camacho dio sobradas pruebas de congruencia. Él no cree en la eficacia política –así se lo dice a Aristegui– de las "personas honestas", ajenas a las malas artes del oficio. Como coordinador de las redes ciudadanas en el norte del país, durante la campaña electoral de 2006, en poblaciones como Querétaro, Torreón y Los Mochis –de acuerdo con testimonios en poder de esta columna–, hizo a un lado a la gente de a pie, pletórica de entusiasmo, de abnegación, de entrega y también de inexperiencia, para colocar en los puestos de mando a viejos dinosaurios priístas, que a la hora de la hora no sirvieron para nada. ¿Sí o no?
Pero sigamos con el planteamiento de Camacho. Para "dominar todos los intereses", propone en síntesis, hay que aliarse a ellos. ¿Y no fue eso, precisamente, lo que hicieron Fox y Calderón antes de convertirse, uno en siervo, y otro en pelele, de los poderes fácticos? Ahora bien, Camacho alerta: si el próximo gobierno fracasa "y pasamos a la franca ilegitimidad" (según esto, la de Calderón sería una ilegitimidad ¿hipócrita?), "el orden se mantendrá sólo con la represión, la corrupción y la cooptación".
Qué oportuna advertencia. Pero, ¿cómo se mantiene "el orden" actualmente? El Ejército apoya la "reforma política" de Calderón. La gente implora que el Ejército salga de Ciudad Juárez. Calderón apoya al Ejército. El segundo tribunal colegiado del Distrito Federal falla contra los mineros huelguistas de Cananea, y el Ejército rodea la mina.
La Policía Federal Preventiva se apodera de las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro, y la maniobra golpista, orquestada para privatizar una red de fibra óptica, ocasiona incontables apagones, que han afectado a millones de capitalinos. Las lluvias que azotaron el Distrito Federal y el estado de México hace 10 días inundaron miles de viviendas, y mucha gente perdió todos sus enseres domésticos, porque la falta de electricidad impidió que funcionaran las compuertas del sistema de drenaje profundo.
En lugar de reparar los desperfectos, la Comisión Federal de Electricidad, la "empresa de clase mundial" que por decreto de Calderón quedó a cargo de las antiquísimas instalaciones eléctricas del centro del país, "busca incrementar su capacidad de fuego por medio de la compra de armamento" (sic) para protegerse "ante dos fuertes amenazas, la guerrilla y los ex trabajadores de Luz y Fuerza que pueden dañar a 25 millones de usuarios", de acuerdo con un documento interno de la paraestatal, denunciado anteayer por Fernando Amezcua, secretario del exterior del Sindicato Mexicano de Electricistas.
Camacho mira el presente desde el pasado; por eso, lo que sucede hoy le parece que aún es parte del futuro. Su predicción es un relato costumbrista de nuestra vida cotidiana hoy. Calderón, francamente ilegítimo desde julio de 2006, mantiene el "orden" (o lo que eso signifique) mediante la represión, la corrupción y la cooptación, y ante el caos que él mismo ha provocado construye a toda prisa un "régimen autoritario" para aplastar el descontento popular.
Los partidos que en el Congreso representan al movimiento de López Obrador que los elevó al Poder Legislativo, no pueden aliarse con Calderón para tratar de evitar que éste nos hunda en el caos en que ya nos debatimos. El proyecto de Camacho, y Jesús Ortega, y Alberto Anaya, y Dante Delgado, y César Nava, y Santiago Creel y Felipe Calderón y Vicente Fox, es la nueva Arca de Noé en que los peores animales políticos del país intentarán salvarse del diluvio. Y aquí va una predicción en serio: tendrán tanto éxito como si pretendieran aprobar en el Senado una iniciativa para reformar la ley de la gravedad.
Que no cunda el desaliento. López Obrador no los acompañará en esa obscena travesía. En breve, el periódico Regeneración, vocero oficial de la resistencia civil pacífica, dará a conocer su postura, fundamentada en un plan de cuatro puntos. Por su parte, el legislador perredista Agustín Guerrero anunció ayer, en el Museo de la Ciudad de México por cierto, que los diputados federales leales al pejemovimiento, propondrán que, el próximo 26 de febrero, los capitalinos cuelguen 5 mil mantas en los puentes peatonales del Distrito Federal, con una sola consigna: "Para vivir mejor, que renuncie Calderón".
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