Por Jesús González Schmal
Sábado, 16 de Diciembre de 2006
Para quienes tenían la esperanza de que el calde-ronismo no era una repetición del foxismo; de una vez deben desengañarse. Al inicio del sexenio de Fox, cuando lo esperado era que, en cumplimiento de las tesis originales del PAN, se propiciara una revaloración del trabajo humano (empezando por el respeto a la libertad del trabajador para que no quedara sujeto al sindicalismo oficial rancio que le imponía, no sólo a un líder sempiterno, sino a una práctica de relación laboral corporativa e improductiva que hacía ricos a los dirigentes obreros y pobres a los propios trabajadores), Fox por el contrario, se colgó del brazo de Leonardo Rodríguez Alcaine, que era precisamente la representación de ese sindicalismo voraz y decadente que ni siquiera le había podido garantizar el triunfo al propio candidato priista, porque los trabajadores votaron por la ilusión del cambio.
Hoy queda claro que Felipe Calderón hace lo mismo con Elba Esther Gordillo, líder vitalicia del Sindicato de Trabajadores de la Educación y lo hace, precisamente, en el momento en el que el fracaso de la educación pública se pone en evidencia al saberse que se ha venido desplomando en calidad durante todo el sexenio. El problema no afecta solamente al ámbito escolar sino, por razones de carácter gremial, se ha trasladado a conflictos sociales y políticos como lo es el caso Oaxaca. La diferencia de menos en los tabuladores de salarios de los maestros en ese estado, en relación con otros incluso vecinos, que originó el movimiento magisterial en la tierra de Benito Juárez, tiene su causa precisamente en que la Sección 22 es disidente del sindicato oficial de Elba Esther y la represalia por ello se manifiesta justamente en el castigo al ingreso de los mentores rebeldes. No obstante ello y que el movimiento magisterial ha cobrado ya pérdida de vidas y su evolución alcanza dimensiones nacionales, Felipe Calderón sigue el camino de su antecesor y se precipita a los mismos resultados contra el interés nacional.
Quedó en evidencia, en la campaña interna de la candidatura del PAN que, desde entonces, ya había una alianza entre Elba Esther y Calderón al extremo de que ésta le aseguró varios estados, entre otros el de Veracruz. El acomodo y conformismo dentro del PAN con esa violación electoral a sus propios estatutos, acarreó males mayores que llegaron al extremo, como ocurrió ya en las elecciones nacionales que Elba Esther controló el voto priista en varios estados, como se comprobó en Tamaulipas, en donde logró que los votos de Roberto Madrazo se sufragaran por Calderón. Igual maniobra hizo con la candidatura de Roberto Campa, al que le redujo votos duros que tenía del magisterio para dárselos al PAN de Felipe. De ahí justamente la gran diferencia de más de un millón de votos menos entre la votación a favor del candidato presidencial del PANAL y la que obtuvieron los candidatos a diputados y senadores, del mismo partido de Elba Esther.
Las consecuencias de todo esto son obvias. No sólo Fox postergó las verdaderas reformas de fondo en lo social hacia la democratización sindical para abrirse a una relación laboral sana con los empleadores (hacia una más justa retribución salarial y también hacia una mayor productividad haciendo participar a los trabajadores en decisiones creativas para una mayor satisfacción personal en el desempeño laboral) sino que mantuvo la estructura viciada de control que desmoraliza al trabajador cuando es esquilmado, no sólo por el patrón que se ciñe a los acuerdos con los sindicatos blancos, sino por su propia representación sindical que medra con las cuotas, con los cargos públicos y con los negocios turbios a través del tráfico de influencias.
Nadie duda ya que, con las constancias del poder de Elba Esther en la integración del gabinete calderonista, sobre todo la ubicación de su yerno, nada menos que en la Subsecretaría de Educación Básica de la Secretaría de Educación Pública, se cierra el círculo pernicioso de los poderes de facto que tienen capacidad para imponer a un Presidente de la República y someter a toda una nación a sus perversos intereses.
No podemos obviar en este repaso lo que significó, desde un principio para este objetivo Calderón-Gordillo, el que esta última estando de coordinadora de la fracción priista en la 59 Legislatura concertara con el también coordinador de la bancada panista, Francisco Barrio, la elección de Luis Carlos Ugalde como consejero presidente del IFE. Desde entonces se fraguó el plan.