domingo, septiembre 17, 2006

¡¡¡Viva nuestro presidente Andres Manuel Lopez Obrador!!!

Hoy es un día histórico.
Esta Convención Nacional Democrática ha
proclamado la abolición del actual régimen de corrupción y privilegios y ha
sentado las bases para la construcción y el establecimiento de una nueva
República.
Antes que nada, conviene tener en claro por qué hemos tomado este
camino. Es obvio que no actuamos por capricho o interés personal. Nuestra
decisión y la de millones de mexicanos aquí representados es la respuesta firme
y digna a quienes volvieron la voluntad electoral en apariencia y han convertido
a las instituciones políticas en una farsa grotesca.
¿Cómo se originó está
crisis política y quiénes son los verdaderos responsables?
Desde nuestro
punto de vista, la descomposición del régimen viene de lejos, se acentuó en los
últimos tiempos y se precipitó y quedó al descubierto con el fraude electoral.
Esta crisis política tiene como antecedente inmediato el proyecto salinista,
que convirtió al gobierno en un comité al servicio de una minoría de banqueros,
hombres de negocios vinculados al poder, especuladores, traficantes de
influencias y políticos corruptos.
A partir de la creación de esta red de
intereses y complicidades, las políticas nacionales se subordinaron al propósito
de mantener y acrecentar los privilegios de unos cuantos, sin importar el
destino del país y la suerte de la mayoría de los mexicanos.
Desde entonces,
el principal lineamiento del régimen ha sido privilegiar los intereses
financieros sobre las demandas sociales y aún, sobre el interés público.
En
este marco de complicidades y componendas entre el poder económico y el poder
político, se llevaron a cabo las privatizaciones durante el gobierno de Salinas.
También, en este contexto, debe verse el asunto del FOBAPROA, el saqueo más
grande que se haya registrado en la historia de México desde la época colonial.
Recordemos que Zedillo, con el apoyo del PRI y del PAN, del PRIAN, decidió
convertir las deudas privadas de unos cuantos en deuda pública.
A la llegada
de Vicente Fox se fortaleció y se hizo más vulgar esta red de complicidades, al
grado que un empleado del banquero Roberto Hernández pasó a ser el encargado de
la hacienda pública.
Pero lo más grave es que Fox se convirtió en un traidor
a la democracia y se dedicó tenaz y obcecadamente, con todos los recursos a su
disposición, a tratar de destruirnos políticamente.
En esta cruzada, Fox se
confabuló con Roberto Hernández, Claudio X. González, Carlos Salinas, Mariano
Azuela, Diego Fernández de Cevallos, Gastón Azcárraga y para ello contaron con
la complicidad de algunos medios de comunicación, de intelectuales alcahuetes,
de periodistas deshonestos y de quienes se hacen pasar por jueces.
En fin,
se formó en contra nuestra una pandilla de delincuentes de cuello blanco y de
políticos corruptos.
Ahora bien, conviene preguntarnos por qué este grupo
fue capaz de desatar tanto odio, por qué llegaron incluso al descaro de promover
la intolerancia, el clasismo y de utilizar el racismo para distinguirse y
descalificar lo que nosotros dignamente representamos.
La respuesta es
sencilla: tienen miedo de perder sus privilegios y los domina la codicia.
Por eso no aceptan el Proyecto Alternativo de Nación que nosotros postulamos
y defendemos. Por eso, para seguir detentando la Presidencia de la República, no
les importó atropellar la voluntad popular y romper el orden constitucional.
Pero vayamos al fondo. ¿Qué fue lo que ganaron realmente? ¿Creen acaso que
el pelele que impusieron les va a significar tranquilidad y normalidad política?
¿Creen acaso que ahora sí nada les impedirá quedarse con el gas, la industria
eléctrica y el petróleo? ¿Creen acaso que seguirán impunemente haciendo jugosos
negocios al amparo del poder público y disfrutando de sus privilegios fiscales?
¿Creen acaso que van a seguir sobajando al pueblo de México?
Se equivocan,
no pasarán. Se equivocan porque afortunadamente hoy existe en nuestro país una
voluntad colectiva dispuesta a impedirlo y porque millones de mexicanos no
queremos que el poder del dinero suplante al poder público, que debe ser el
verdadero poder político.
Por todas estas razones, esta Convención, de
conformidad con el Artículo 39 de la Constitución vigente, ha decidido romper
con ellos, recuperar nuestra soberanía y emprender el camino para la
construcción de una nueva República.
Pueden quedarse con sus instituciones
piratas y con su Presidente espurio, pero no podrán quedarse con el patrimonio
de la Nación, ni con nuestras convicciones, ni con nuestra dignidad.
Amigas
y amigos:
Estamos aquí para decirles a los hombres del viejo régimen que no
claudicaremos. Jamás nos rendiremos. Estamos aquí para decir a los cuatro
vientos que defenderemos el derecho a la esperanza de nuestro pueblo, que no
aceptamos el oprobio como destino para nuestro pueblo.
Que se oiga bien y
que se oiga lejos:
No aceptamos que haya millones de niños desnutridos y
enfermos, y sin porvenir.
No aceptamos que a los jóvenes, que nacieron bajo
el signo del neoliberalismo, se les quite el derecho al estudio y se les condene
a la marginación social.
No aceptamos la falta de presupuesto ni las
campañas de desprestigio contra la educación pública.
No aceptamos la
violación de los derechos de las mujeres.
No aceptamos que las mujeres, para
conseguir trabajo, tengan que ser vejadas, porque así lo imponen las reglas
inhumanas del mercado.
No aceptamos la discriminación por motivos
religiosos, étnicos o sexuales.
No aceptamos que la mayoría de los ancianos
del país vivan en el abandono y que quienes se hayan jubilado después de toda
una vida de trabajo, reciban una bicoca de pensión.
No aceptamos que a los
trabajadores, después de los 40 años de edad, se les nieguen las oportunidades
de empleo y se les trate como parias sociales.
No aceptamos que el salario
mínimo no alcance para que el trabajador viva y mantenga a su familia con
dignidad y decoro.
No aceptamos que, ante la escasez de puestos de trabajo,
mujeres y hombres tengan jornadas laborales de más de 8 horas al día.
No
aceptamos el trabajo infantil.
No aceptamos que millones de mexicanos se
vean obligados a abandonar a sus familias y a sus pueblos, para ir a buscar
trabajo del otro lado de la frontera.
No aceptamos que el campesino y el
productor tengan que vender barato todo lo que producen y comprar caro todo lo
que necesitan.
No aceptamos la privatización de la industria eléctrica ni
del petróleo en ninguna de sus modalidades.
No aceptamos que haya borrón y
cuenta nueva. El Fobaproa no es un caso cerrado, es un expediente abierto.
No aceptamos el saqueo del erario. Le daremos seguimiento puntual al manejo
del presupuesto, a los contratos de obras y servicios y denunciaremos
permanentemente todo acto de corrupción.
No aceptamos el nepotismo, el
influyentismo, el amiguismo, ninguna de esas lacras de la política.
No
aceptamos el abandono al campo.
No aceptamos la cláusula del Tratado de
Libre Comercio, según la cuál para el 2008 quedarán libres las importaciones, la
introducción de maíz y de fríjol del extranjero.
No aceptamos la competencia
desleal que padecen los productores nacionales en beneficio de los productores
extranjeros.
No aceptamos que se siga degradando nuestro territorio, los
recursos naturales, por la voracidad de unos cuantos nacionales y extranjeros.
No aceptamos que continúe el monopolio de empresas vinculadas al poder que
rehuyen a la competencia y obligan a los consumidores mexicanos a pagar más que
en el extranjero por las comunicaciones, los materiales de construcción, las
tarjetas de crédito y otros productos y servicios.
No aceptamos la
manipulación que practican algunos medios de comunicación, ni su desprecio
altanero por la cultura y por el buen gusto.
No aceptamos el autoritarismo,
la represión ni la violación de los derechos humanos.
Y menos aceptamos que
todas estas grandes injusticias sean producto de la fatalidad y del destino de
nuestro pueblo.
No, compañeras y compañeros, amigas y amigos, este es el
saldo lamentable del régimen antipopular y entreguista que ha venido imperando y
que hoy hemos decidido abolir. Por eso es un día histórico.
¿Cómo imaginamos
a la nueva República?
La nueva República tendrá, como objetivo superior,
promover el bienestar, la felicidad y la cultura de todos los mexicanos.
Aspiramos a una sociedad verdaderamente justa, elevada sobre la base de la
democracia y de la defensa de la soberanía nacional.
Nos interesa
entendernos con todos los sectores de buena voluntad, pero vamos a persuadir y
convencer que por el bien de todos, primero los pobres.
Promoveremos que se
eleve a rango constitucional el Estado de Bienestar para garantizar
efectivamente el derecho a la alimentación, el trabajo, la salud, la seguridad
social, la educación y la vivienda.
Exigiremos que se pague la deuda
histórica con los pueblos y comunidades indígenas, y pugnaremos por el
cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar.
Construiremos una
nueva legalidad donde las instituciones se apeguen al mandato constitucional,
sirvan a todos por igual y protejan al débil ante los abusos del fuerte.
Vamos a emprender una renovación tajante de la vida pública desterrando la
corrupción, la impunidad y el influyentismo. Ya nadie podrá sentirse dueño y
señor en nuestro país.
Amigas y amigos:
En el proceso de construcción de
la nueva República tenemos que atender y cuidar tres aspectos fundamentales:
Primero. No caer en la violencia, evadir el acoso y mantener nuestro
movimiento siempre en el marco de la resistencia civil pacífica.
Segundo. No
transar, no vendernos, no caer en el juego de siempre, de la compra de lealtades
y conciencias disfrazada de negociación.
Tercero. Tenemos que luchar con
imaginación y talento para el romper el cerco informativo y crear mecanismos
alternativos de comunicación. Tenemos que hacer posible que la verdad se abra
paso y llegue hasta el último rincón de nuestra patria.
Amigas y amigos:
El día de hoy, esta Convención Nacional Democrática ha tomado decisiones
trascendentes. Son muchos los frutos de esta asamblea fundacional. No sólo hemos
rechazado al gobierno usurpador sino que hemos decidido emprender la
construcción de una nueva República.
Se aprobó también el plan de
resistencia civil pacífica y la preparación de los trabajos para la reforma
constitucional y lograr que las instituciones sean verdaderamente del pueblo y
para el pueblo.
Fruto de este proceso que ha desembocado en la Convención
Nacional Democrática ha sido, sin duda, la creación del Frente Amplio
Progresista.
Esta nueva agrupación política será el espacio para articular a
todos los ciudadanos y organizaciones políticas y sociales que se expresaron
durante la campaña, así como para recibir nuevas adhesiones.
El Frente
Amplio Progresista surge en el momento preciso en que, a la vista de todos, se
ha conformado un bloque de fuerzas derechistas, a partir de la alianza abierta y
descarada entre el PAN y las cúpulas del PRI.
De modo que el Frente Amplio
Progresista tendrá como objetivo principal enfrentar al bloque conservador, al
brazo político de la minoría rapaz que tanto daño ha causado a nuestro país.
A final de cuentas, volvemos a lo que ha sido la historia de México. Antes
eran liberales y conservadores. Ahora, en la lucha política de nuestro país
habrá dos agrupamientos distintos y contrapuestos: derechistas y progresistas.
Esta Convención ha decidido crear también un nuevo gobierno, que se
instituye para ejercer y defender los derechos del pueblo.
El gobierno que
emerge será obligadamente nacional. Tendrá una sede en la capital de la
República y, al mismo tiempo, será itinerante para observar, escuchar y recoger
el sentir de todos los sectores y de todas las regiones del país.
Habrá un
gabinete, es decir, un equipo de trabajo que integre los diagnósticos, proponga
las soluciones y examine las posibilidades en cada caso. Los recursos, como es
obvio, son escasos, pero el trabajo de equipo, la honradez, la interacción con
la sociedad, podrán convertir la escasez en eficacia.
¿Por qué acepto el
cargo de Presidente de México?
Ofrezco a ustedes y al pueblo de México mi
explicación. Frente a la operación fraudulenta que lesionó la democracia
electoral e intenta detener la democratización económica, social y cultural;
frente al uso faccioso del Poder Ejecutivo y de los recursos públicos de un
candidato y de un partido; frente a la intromisión ilegal y pandilleril de un
buen número de empresarios y caciques sindicales, esos que ya santifican el
clientelismo; frente al secuestro de las instituciones, que en este caso, son
típicamente sus instituciones, como el IFE, el Tribunal Electoral y la Suprema
Corte de Justicia; frente a todo esto, y ante el cúmulo de pruebas que hemos
presentado y que fueron tramposamente desechadas, mantenemos una certidumbre:
ganamos la elección presidencial.
Acepto el cargo de Presidente de México
porque rechazamos la imposición y la ruptura del orden constitucional. Aceptar
el fraude electoral, como algunos están proponiendo, y reconocer a un gobierno
usurpador, implicaría posponer indefinidamente el cambio democrático en el país.
Sería hacerles el juego, que yo acepte la imposición, me convierta en
dirigente de la oposición nacional y les hiciéramos ese juego. No, por eso
acepto el cargo de Presidente de México, porque rechazamos la imposición y la
ruptura del orden constitucional.
El triunfo en las urnas nos compromete
ante nuestros electores y ante los votantes honrados del 2 de julio que,
opciones políticas aparte creyeron en la validez de la elección. Ese compromiso
con la democracia, es el que nos impulsa.
Nuestros adversarios se imponen
con el dinero, el prejuicio conservador, la injusticia, la ilegalidad, la
propiedad de muchísimos medios informativos. Nosotros contamos con la voluntad
de cambio de millones de personas.
El régimen político de ellos se agotó; en
cambio, desde nuestro punto de vista, la Presidencia, esta Presidencia,
simboliza las esperanzas, los esfuerzos y el anhelo de justicia social del
pueblo de México.
Además, el encargo de Presidente de México se me confiere
en el marco de un movimiento empeñado en transformar las instituciones y
refrendar la República, es decir, aclarar el sentido de la vida política, hoy
tan enturbiado.
La Presidencia, en una democracia genuina, es la
interpretación justa y cotidiana de los sentimientos, de los deseos del pueblo,
de los sentimientos, de los deseos de la gente y de la comunidad.
Es obvio
que acepto este honroso cargo no por ostentación o por ambición al poder. Lo
asumo, incluso a sabiendas de que también por esto voy a ser atacado. Pero lo
hago convencido de que así voy a seguir contribuyendo, junto con muchos otros
mexicanos, mujeres y hombres, como ustedes, en las transformaciones del país,
por nosotros y por las nuevas generaciones, por los que vienen detrás, por
nuestros hijos, que podamos verlos de frente y no nos reclamen porque en estos
momentos de definición supimos estar a la altura de las circunstancias.
Además, en las actuales circunstancias, aceptar este encargo es un acto de
resistencia civil pacífica, y es lo que más conviene a nuestro movimiento. Es un
tengan para que aprendan, un tengan para que aprenda a respetar la voluntad
popular.
Amigas y amigos, compañeros, compañeras.
Les hablo con
sentimiento y con el corazón. Es un timbre de orgullo, es un honor
representarlos. Tengan la seguridad de que lo haré con humildad y convicción. No
voy a traicionarlos, no voy a traicionar al pueblo de México. Es un honor están
con ustedes y voy a ser siempre su servidor.
Reitero mi compromiso con
ustedes, con los que nos dieron su confianza el 2 de julio, con muchos más, y
sobre todo con los pobres y humillados de nuestra patria.
¡Que viva la
Convención Nacional Democrática!
¡Que viva la nueva República!
¡Viva
México!
¡Viva México!
¡Viva México!