Mi hermano español Javier Gimeno, me ha enviado este texto, acompañado de un poema… la curiosidad me hizo buscar en Internet y descubrí la historia de Cizarro, un personaje real. Hay un país en el mundo donde no existen Cizarros... Se llama Cuba
Cizarro es un niño chileno de los que hay tantos y tantos en todo Chile y en todo el mundo: un niño no deseado, abandonado por sus padres, crecido entre las aguas fecales y la mugre de una población cualquiera de Santiago de Chile, condenado entonces al pequeño hurto y al asalto callejero para procurarse un pedazo de comida.
Cizarro, como tantos otros niños de la calle, ha tenido la desgracia no sólo de nacer pobre y desarraigado, si no, además, en un país como otros tantos donde el culto al dinero, al consumo y a la frivolidad invade la cotidianeidad de todos los rincones. Un país investido de la doble moral por las declaraciones de amor a los niños y la exigencia de castigos penales para los pequeños delincuentes, donde los rubitos con ojos azules nunca van a ser pasto de las porras policiales o de los calabozos.
Cizarro es un niño moreno, de pelo y ojos negros, con malos modales, grosero, desarrapado, sucio, semidescalzo, mal vestido, de calzones raídos y abrigo mugriento. Las asociaciones católicas o voluntarias de la caridad y las finas damas del barrio alto se apiadan de los niños Cizarros y les dan mendrugos de pan y calcetines gastados para mejor pasar los fríos cordilleranos y luego dejarles arrumbados en las esquinas y en los semáforos vendiendo calugas o limpiando los parabrisas de los coches.
Chile es un país plagado de nuevos demócratas y nuevos ricos que exhibe con altanería, y de Cizarros que guarda con vergüenza a buen recaudo para lavar su imagen de modernidad y primermundismo.
Mi amigo Juancho ha escrito este poema al niño Cizarro para que no olvidemos su existencia.
INDOCUMENTADO
Por Juancho Solís de Ovando Segovia
El niño no tiene nombre.
Le dicen Cizarro
porque no supo decir cigarro.
¿O quiso decir desgarro?
El niño no tiene rostro.
Le cubren la cara,
Y también el nombre.
Un periodista lo atrapa,
con su cámara;
y otro le hace preguntas y
se ríe,
del niño que no tiene nombre.
El niño se defiende a patadas,
de muchos periodistas,
de muchas cámaras y
de muchas preguntas.
El niño escupe a un policía,
que lo mete en un auto y
lo esposa;
mientras otro le asegura la capucha y
lo sujeta.
El niño que no tiene nombre
escucha por la radio,
que por él se acaba el SENAME y
la inocencia de los niños
-lo dijo un diputado- y
que deberían pagar hasta sus padres.
El niño está solo y desarmado.
El niño no tiene nombre,
ni rostro,
y ahora tampoco fuerzas;
se las quita una inyección y
una enfermera.
El niño no tiene fuerzas y tiene sueño.
El niño sueña que tiene
rostro,
y fuerzas
y nombre.
Se llama Cristóbal el malo,
Cristóbal de las minas y
de las chelas.
Cristóbal el choro.
CRISTÓBAL.
¡¡ GRANDE CRISTÓBAL!!
Cristóbal no anda solo y anda armado.
Lo siguen periodistas con sus fotos y
los policías lo cuidan y
le temen.
Porque él los delata y
a veces mata;
si no saben su nombre y su prontuario.
Entonces una luz despierta al niño y
de a poco se le aparece
una silueta.
Es su abuela que lo tapa y
lo acaricia.
Y al sentir su mano
en sus cabellos,
el niño se da cuenta que está vivo,
porque llora.
Santiago, agosto, 2009
Foto: Uno de los amigos de Cizarro
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