jueves, abril 12, 2007

El genocidio económico como política social del neoliberalismo calderonista

Opinión

Marcos Chávez M.



En su triunfalista discurso de toma de posesión prometió todo en política social. Felipe Calderón Hinojosa (FCH) dijo que estaba “consciente de la dramática condición de pobreza en que vive la mitad de la población”, de la “enorme deuda social” incumplida. Señaló la necesidad de “reducir la pobreza extrema”. De “resolver de fondo la desigualdad [existente] entre los mexicanos”: De garantizar el “derecho a la alimentación, la salud, la educación y la vivienda”. Asimismo, dijo estar “preocupado por la creciente migración”.

Por ello, se comprometió a “construir un México justo”, a través de: a) la reordenación del “gasto [público] social [en favor de] los que más necesitan”, ampliando su disponibilidad y mejorando su utilización; b) mayores tasas de crecimiento económico, la creación de empresas y la conversión del campo en un sector “productivo y ganador”; c) la elevación del ingreso de los mexicanos; d) la creación de los empleos formales anualmente requeridos. Ya inspirado, incluso FCH se calificó a si mismo como “el presidente del empleo”. (La Jornada, 02/12/06)

Esas y muchas cosas más dijo FCH, en pleno éxtasis. Pero sólo las pudo decir furtivamente, ante la selecta “gente de bien”, integrada por la rabiosa derecha y la oligarquía, la principal promotora y beneficiaria del neoliberalismo, causante de la pauperización que agobia a 73 millones de mexicanos. Las dijo aislado del pueblo por los cancerberos del sable que, desde julio de 2006, muestran sus colmillos y agreden a aquellos ante los cuales FCH supuestamente se comprometió a mejorarles sus condiciones de vida.

Pero como buen aprendiz de déspota, una vez que fraudulentamente asaltó el gobierno, Felipe el católico obscurantista, forjado a golpes de hacha en las catacumbas de la golpista extrema derecha, rápidamente se olvidó de sus promesas. FCH estranguló sus buenos deseos en un rincón obscuro de los pliegues de su conciencia. Como alumno aventajado de Luis Pazos -¡imagínese!, ese fanático del inexistente “mercado libre”, enemigo del Estado, militante y protector de las fascistas organizaciones de la ultraderecha como Provida-, su vulgar maestro en economía en la conservadora escuela Libre de Derecho -nos informa el siempre escrupuloso y agudo analista Álvaro Cepeda Neri (Siempre, núm. 2798, Méx., 28/01/07)-, como cruzado confeso de la agonizante internacional neoliberal, que hizo su unilateral acto de fe ente los amos del mundo en Davos, Suiza, y con ayuda de sus chicago boys, Agustín Carstens, Guillermo Ortiz y demás, FCH, apenas se aposentó en los Pinos e inmediatamente decidió someter a las población a una sobredosis de la terrorista y disolvente política neomalthusiana neoliberal.

Fiel heredero del salvaje capitalismo neoliberal, FCH decidió extender por seis años más la misma política social inaugurada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, la cual fue adoptada en México por Miguel de la Madrid desde 1982: el genocidio económico contra pueblo.

Más que una política social, FCH instrumenta un programa antisocial que socavará aun más las bases del bienestar: el empleo formal, los ingresos reales y el gasto público social. Veamos sucintamente cada una de ellas.

1. “Presidente del empleo” o destructor de empleos formales potenciales. La situación laboral al inicio del segundo gobierno neoliberal panista es dramática. De una población económicamente activa (PEA) estimada en 43 millones de personas, el 4.3 por ciento está desempleada (1.8 millones). Alrededor de 3.4 millones se encuentran subempleadas (8 por ciento de los ocupados). Según Miguel del Cid, de la Organización Internacional del Trabajo, 3.3 millones de niños y niñas menores de 14 años laboran en “las peores formas de trabajo infantil”. Es decir, en condición de esclavos. Del total de la PEA, el 26.8 por ciento (12 millones) se ubica en la ilegalidad, caracterizada por la subcontratación, los salarios precarios y las condiciones de subsistencia. De total de los ocupados (42 millones), la mitad no recibe prestaciones sociales y el 46 por ciento (21 millones) laboran en establecimientos que emplean de 1 a 5 trabajadores, cuyas condiciones son lamentables. De alrededor de 28 millones de trabajadores asalariados, el 37 por ciento (poco más de 15 millones) no tiene prestaciones y el 46 por ciento (19 millones) carece de contrato.

Respecto al empleo, el foxismo fue una calamidad. Durante su sexenio se requirieron 7.2-7.8 millones de nuevas plazas laborales, pero apenas se crearon 1.1 millones formales, de los cuales, el 67 por ciento (766 mil) fueron temporales. Sin crecimiento no puede haber empleos. Menos aún cuando los gobiernos neoliberales no han hecho nada por que el país abandone el estancamiento en que se encuentra hundido desde 1982. Peor todavía. Prefirieron sacrificarlo, al reprimir el consumo y la inversión productiva para tratar de alcanzar la inalcanzable inflación de “primer mundo”, al desmantelar las funciones rectoras y promotoras del estado que no han sido compensadas por los inútiles hombres de presa y al emascular los instrumentos anticíclicos, las políticas monetarias y fiscales activas. Con los neoliberales la economía ha tenido un desempeño mediocre. En lo que va del ciclo neoliberal (1982-2006) el crecimiento medio real anual fue de 2.5 por cxiento. Durante el foxismo fue de 2.5 por ciento. Ni las cuantiosas divisas recibidas por las exportaciones petroleras y las remesas de los trabajadores expulsados del país sirvieron para financiar el crecimiento. Entre 1939 y 1982 el país se expandió 6.1 por ciento en promedio anual.

La falta de crecimiento explica la escasez de empleos formales. Y su pésima calidad se debe al abusivo desmantelamiento anticonstitucional de los derechos laborales (la “flexibilidad” laboral) por parte de los empresarios, solapados por los gobiernos, con el objeto de elevar la rentabilidad del capital, a costa de la miseria de las mayorías. La escasez y la miseria de los empleos han obligado a la población a buscar otras formas de supervivencia. Desde la prolífica ilegalidad o la delincuencia, hasta la incontenible expulsión del país de los excluidos por el neoliberalismo. Entre 1998 y 2001 emigraban temporalmente hacia Estados Unidos 325 mil 52 personas anualmente. Para el lapso 2001-2003 el número aumentó a 458 mil 771. Pero el neoliberalismo no sólo es exuberante en la exportación de carne humana. También es criminal. Entre 1990 y 1999 morían 14 personas anualmente al intentar cruzar la frontera norte. Para los años 2000-2005 la cuota anual de cadáveres subió a 160. En 1995-2006 fallecieron poco más de 3 mil 510, casi 300 anualmente.

Ante esos problemas: ¿qué ofrece el gobierno de facto de FCH?

Para generar los empleos formales anualmente requeridos, se necesita una política económica que privilegie el crecimiento sobre la inflación, un buen ambiente para los negocios y replantear las contrarreformas estructurales neoliberales (regular mercados, modificar la apertura comercial y financiera, etc.). Que la economía se expanda sostenidamente por arriba de 5 por ciento anualmente. Que la relación inversión/PIB aumente al menos hasta 25 por ciento. Imponer el estado de derecho para que los empresarios respeten estrictamente las leyes laborales. Crear programas emergentes de empleo. Impulsar la agresiva rectoría del estado (mayor gasto público, entre otras medidas).

No obstante, FCH optó por intensificar la dosis neoliberal, responsable de los males. Prefirió mantener el desacreditado y fracasado monetarismo para reducir la inflación, reprimiendo el consumo, la inversión y el crecimiento. En lugar de una activa política monetaria (bajar intereses) y fiscal (mayores gastos e ingresos públicos), mantendrá restringida la primera (altos réditos reales, que premian la especulación financiera), recortará del gasto programable real (excluye la parte financiera), que caerá 2.9 en 2007 (la inversión pública se contraerá 34 por ciento), y validó la enfermiza obsesión del balance fiscal cero (el autismo estatal), medidas que mantendrán deprimida la economía. En 2007 el consumo y la inversión serán menores a 2006 (bajarán de 5.3 a 4.2 y de 9.4 a 4.7 por ciento). Para 2007-2012 guardarán un desempeño promedio anual similar a la insuficiencia foxista. En el sexenio pasado ambos indicadores crecieron 3.2 y 3.0 por ciento, en promedio anual, y con el calderonismo lo harán cada uno en 4.0 por ciento. Para 2007 FCH programó un menor crecimiento respecto de 2006 (3.6% contra 4.7), tasa similar esperada para todo el sexenio y una relación inversión/PIB de 20-21 por ciento. Es lógico que a ese ritmo sólo se crearían cerca de 400 mil nuevas plazas formales cada año del 1.2-1.3 millones que se necesitan. Quizá 2.4 millones acumuladas en su mandato de las 7.2-7.8 millones que se demandarán. Es razonable también suponer que florecerá con mayor alegría la informalidad, la delincuencia —ahora tragicómicamente perseguida por lo militares en el ramo de las drogas; es claro que a las sardinas no a los barones—, la migración y sus muertos, entre otras opciones de vida.

En realidad, al amenazar con mantener la economía en estado de coma, FCH busca aterrorizar a la mayoría priista y panista del Congreso para garantizar su complicidad en la profundización del desmantelamiento del estado y la privatización de los recursos de la nación. Asimismo, en lugar de imponer el respeto a las leyes laborales, FCH delira por “mejorar” la contratación laboral que redunde en una mayor competitividad —y mayores ganancias— de las empresas. ¿Cómo? Legalizando lo existente por la vía de los hechos: el desmantelamiento de los contratos de trabajo y reduciendo el costo de arrojar a la calle a los trabajadores. Entre 2000 y 2006, por ejemplo, fueron despedidos 150 mil trabajadores de las maquiladoras, sin habérseles pagado pensiones, seguridad social y liquidaciones. Además, ofrecerá subsidios para nuevas contrataciones a unos empresarios que esquilman a los empleados las prestaciones sociales (seguridad social, vacaciones, capacitación, etc.) y simulan pagar impuesto. FCH, junto con los empresarios, aspira al reino de la moderna esclavitud flexible.

2. Los salarios o la fecundidad de la miseria. En 2007 se impuso una alza nominal de 3.9 por ciento en los salarios mínimos, es decir, 1.83 pesos diarios más, en promedio ponderado. Así pasaron de 47.05 a 48.88 pesos diarios, o de mil 411.68 a 1466.40 mensuales. Si se le descuenta la inflación esperada (3.5 por ciento), el aumento real fue generoso: 0.4 por ciento o 18 centavos más. Una inflación mayor a la meta se convertirá el aumento en pérdida. Los salarios contractuales, que negocien un rango de 5-7 por ciento percibirán 4.72-6.60 pesos diarios nominales más. Si se deduce la inflación el incremento efectivo baja a 1.5-1.9 por ciento, o 1.37-1.80 pesos más en su poder de compra.

Por desgracia, la fantasía de la recuperación de los ingresos reales prometida por FCH fue brutalmente interrumpida por los especuladores de la tortilla, que elevaron los precios en 2.5-4.5 pesos más por kilo. Con ello esfumaron súbitamente el aumento de los salarios. Según el Centro de Análisis Multidisciplinario de la Facultad de Economía de la UNAM, entre el foxismo y el calderonismo el precio de la tortilla se elevó entre 180 y 200 por ciento. Afortunadamente, la pronta, decidida y férrea decisión de FCH paró en seco a los abusadores y les impuso un cruel “pacto” en el aumento: este solo será de dos pesos, equivalente al aumento de los salarios mínimos y la mitad de los contractuales. El problema es que la “mano firme” del michoacano resultó blandengue y terminó sobándole el lomo a los estafadores (Cargill, Maseca-Gruma, Monsanto y Minsa, entre otras empresas), toda vez que nadie respeta el acuerdo. Al final, los usureros impusieron su divisa. Como escribió Peter Robb: “los políticos ya no están al mando. Ahora es la mafia la que da las ordenes y si los políticos no obedecen, la mafia decide actuar por su cuenta”. (Media noche en Sicilia, Ed. Océano, Méx. 2005).

Con dicho aumento afectaron básicamente a 9.6 millones de hogares, el 47 por ciento de 20.5 millones, que destinan 3.3 por ciento de su gasto a la compra de tortillas. Lo dramático es que también subieron masivamente otros precios de bienes y servicios básicos (el azúcar, el pollo, la leche, el agua, la luz, el gas, etc.). De 25 millones de familias que existen en México, la mitad destina en promedio el 36 por ciento de sus egresos en alimentos y bebidas, y 40-50 por ciento si se agregan los servicios afectados.

FCH volvió a subordinar los salarios a la meta de precios y la rentabilidad de las empresas. No busca revertir el deterioro de su poder de compra, ni restaurar el bienestar de los trabadores (9.5 millones que no reciben ingresos o hasta un salario mínimo; 18 millones que ganan entre uno y tres veces, es decir, el 64 por ciento del total, que viven en la miseria y la pobreza; 35 millones, el 82 por ciento, percibe hasta 5 veces el salario mínimo y no alcanzan a comprar la canasta básica). Al contrario, mantiene la misma estrategia neoliberal, que primero provocó deliberadamente el desplome del poder de compra de los salarios reales y, luego, los ha mantenido bajos, dosificando su marginal aumento estadístico, en aras de mantener la transferencia de riqueza de los pobres hacia los ricos.

Con Fox los salarios mínimos reales sólo detuvieron estadísticamente el deterioro de su poder adquisitivo iniciado a partir de 1977, justo cuando José López Portillo aplica las recetas estabilizadoras del FMI. En 2000-2006 la “recuperación” media anual los salarios fue de 0.3 por ciento y acumulada de 1.7 por ciento. Entre 1976 y el 2000 el retroceso de los salarios mínimos reales fue de 76.95 por ciento. Para el 2006 de 76.56 por ciento. Entre 1976 y 1982 su caída acumulada fue de 16.7 por ciento, mientras que entre 1982 y 2006, la era neoliberal priísta-panista, el derrumbe fue más violenta: 71.9 por ciento. Entre 1975 y 1982 los salarios contractuales acumularon una mejoría de 10.7 por ciento. Pero entre 1982 y 2006 su poder de compra cayó 55.9 por ciento. Aunque con el foxismo se restablecieron 0.6 por ciento en promedio anual (4 por ciento acumulado), ello es inútil si se considera que, al igual que en el caso de los salarios mínimos, su capacidad de compra es similar al que tenía a finales de los años cuarenta del siglo XX. Esa es la magnitud del costo salarial del neoliberalismo. Pero no es “deuda social” como la considera FCH. Es consecuencia deliberada del neoliberalismo, donde la acumulación capitalista exige la redistribución de la riqueza de las mayorías hacia la burguesía, parte de los sectores medios de la población y el estado.

La primera alza salarial del calderonismo representa un engaño para los trabajadores. Si en su mandato se mantienen los aumentos reales similares de los de 2007 y a los del sexenio foxista, los salarios mínimos recuperarían su poder de compra de 1976, su máximo histórico, hacia el año 2400, y los contractuales alcanzarían su máximo de 1982 hacia el 2130, siempre y cuando nada altere esa dinámica. Solo resta a los trabajadores vivir todo ese tiempo para ver con sus propios ojos el milagro calderonista.

El recorte de 10 por ciento (el diezmo), en los salarios —no en las percepciones brutas— de los principales mandos de la administración de FCH no es más que una burla cruel y humillante, si se considera la miseria salarial de 35 millones de trabajadores formales que ganan hasta 5 veces el salario mínimo y que viven en la miseria y la pobreza. Es todavía más insultante si se añade que la alta burocracia vive prácticamente gratis, a costa del erario público, dado los gastos de representación. El ingreso presidencial de FCH es: salario bruto $40,766.00 + compensaciones brutas $167,804.92 = percepción bruta $205, 570.92. El de un secretario de estado: salario bruto $32,813.00 + compensaciones brutas $172,308.91 = percepción bruta $205,122.06. Las percepciones brutas de un subsecretario o titular de entidad van de $199,591.47 a $204.774.27; las de un oficial mayor de $197,642.98 a $199.591.47. ( HYPERLINK "http://www.presidencia.gob.mx/transparencia/tabulador.pdf" http://www.presidencia.gob.mx/transparencia/tabulador.pdf) El La suprema corte de justicia, los congresista o los sórdidos empleados del Instituto Federal Electoral, entre otros, igualmente viven como jeques. Ciertamente, esos personajes de tan sagrada investidura no participan en los banquetes de los miserables.¿Qué les importa el pueblo?

3. Gasto público social: de la mezquindad para el bienestar a la generosidad para los órganos de represión y seguridad del estado. La iniciativa de egresos públicos para 2007 muestra que la propuesta de ampliar el gasto de bienestar fue otra mentira más de FCH. El panista solicitó los siguientes recortes: 1.9 por ciento en el gasto social total; 1.2 en educación —cuyas decisiones fueron “privatizadas” a los designios de la mafiosa Elba Esther Gordillo—; 10.5 en agua potable y alcantarillado; y 7.7 en asistencia social. El gasto social sólo aumentará en dos renglones: 1.3 por ciento en salud: pero la “mejoría” presupuestal será anulada si la inflación en mayor a la prevista, por el inútil seguro popular foxista y ´por el seguro médico de nueva generación, otra broma de Calderón, seguro que en analista Gustavo Leal lo calificó de un “fraude sobre otro fraude”; y 1.3 en seguridad social, que seguirá la misma suerte que el anterior. Por cierto, no está de más recordar que para el sector de salud FCH colocó a un cruzado defensor de los rancios valores de la derecha retrógrada, enemiga de la educación sexual, prevención de programas contra el sida, el divorcio, el aborto o las preferencias sexuales. Pero si FCH se ruboriza ante la palabra “condón”, ¿por qué habría que esperar otra cosa?

Otros ajustes a la baja que también perjudicarán el bienestar son: desarrollo sustentable 19.8 por ciento; temas agrarios 9.5; desarrollo agropecuario 2.2; temas laborales 4.7; y comunicaciones y transportes 41.8 por ciento. A ello hay que agregar que se prepara la privatización de las pensiones de los empleados públicos, con ayuda de los dirigentes sindicales. Esto a pesar de que Francisco González, presidente de las Afores, reconoció hace poco que un trabajador que cotice durante 22 años en los fondos privados de pensión únicamente recibirán una jubilación equivalente a 27.7 por ciento de su salario actual (4 mil 637 pesos), y si cotizara durante 45 años apenas recibirá el 64 por ciento de su sueldo. (La Jornada, 10/02/07).

En cambio, para el ramo de represión y seguridad FCH prefirió abrir la chequera. O para ser más precisos. Como los problemas laborales, los bajos salarios y el menor gasto público social suelen representar un riesgo, FCH, por si las dudas, optó por aceitar la manu militari. El gasto en orden seguridad y “justicia” subirá realmente 12.3 por ciento; soberanía 18.3. Además, preventivamente, también elevó los salarios a los militares, el principal puntal de su gobierno, de aquellos que lo cuidan abnegadamente todo el tiempo y que le tejen un cerco sanitario ante la chusma descontenta.

Contra lo que supone el señor Guillermo Galván, titular de Defensa nacional, que reiteró su lealtad a FCH y las instituciones, el trato privilegiado a los militares no se debe a que ellos sean los garantes de la democracia, que sin ellos ella no exista. La defensa de la inexistente democracia en México corresponde al pueblo, que puede constitucionalmente darse el gobierno que se merecen, por cualquier medio, no el que les fue impuesto. Los militares deben subordinarse a la Constitución. Desdichadamente, ellos, más que involucrados en la lucha por la democracia, han participado en las tareas más obscuras del sistema político en contra de los que luchan por la democracia y el bienestar de las mayorías. Los militares le han dado el apoyo a un gobierno cuyo triunfo fue dudoso, que pareció ganar subvirtiendo el estado de derecho.

Dice Josué de Castro: “los pueblos sometidos a la acción disolvente del hambre, se entregan con humildad a las fuerzas destructivas, antisociales, deshumanizadas”. Pero también se puede añadir que el hambre también genera malestar, descontento y desencadena revueltas, revoluciones. Los países sudamericanos nos han dado la lección de cómo enfrentar al neoliberalismo y sus regímenes autoritarios. A pesar de los militares.



* Periodista e investigador del Programa de Ciencia Tecnología y Desarrollo de El Colegio de México